Los esclavos europeos miran hacia Venezuela
como a un espejo
y reciben el mensaje de su vergonzosa humillación
su triste renuncia, su autodomesticación:
y lo que ven, como era de esperar,
no les gusta
Por ello, intentan ocultar su animalización
tergiversando el reflejo
y en vez de emular al pueblo que lucha
transforma su resignación en virtud
su sometimiento, en orgullo:
en neurotica huida hacia adelante.
Para no observar su horrible imagen
cobarde y deshumanizada
en una triste versión del sindrome de Estocolmo
desprecian el ejemplo
y con cobarde miedo a la libertad
reafirman, inmutables, su condición de rebaño.
miércoles, 7 de abril de 2010
Rebaño
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